lunes, 7 de marzo de 2011

17. Hermanos y servidores.

La iglesia generada como consecuencia ante la tarea que se desesprende del Amor, y no como propuesta para expresar el Amor.

Expresada así, la identidad de la iglesia se manifiesta como tantas formas pueda el Amor generar. No en cambio, como una estructura que define y establece una forma de Amar.

Por lo tanto, la congregación que compondrá una iglesia, será diversa, libre, multiexpresiva, según la forma en que seamos llamados a con-movernos entre quienes somos hermanos, y entre quienes espectan y espectamos [sin saberlo muchísimas veces] por esos actos amorosos.

‎"Yo, ante la propuesta de compadecerme, en el sentido de sentir la pasión que otro siente, sea ésta dolorosa o no, y sea este mi hermano o no, me veo necesariamente identificado con quién también se ponga bajo esa propuesta, no como una identidad de la que debamos tomar orgullo. Todo lo contrario: se relaciona más bien, con desesperación y con necesidad".

Visto así: el más servidor, el que más se niega a sí mismo, el que más se conmueve, el que más se compadece, será a su vez, el más quebrantado, y el que más aspecto amoroso tenga. Será por lo tanto, más sufrido, y no querrá que de él tomen nombre para después alzarlo como estandarte. El quebrantado dirá: "sufre mi amor, y luego vemos si tendrás cara para llamarme más 'hombre de Dios' que tú".

Tomar la Cruz de Cristo, significará entonces, caminar como los condenados a la cruz, con el dolor en el cuerpo y en el alma, hasta el monte donde finalmente se será crucificado.

¿Sentirás orgullo y cara entonces de llamarte "Gran Servidor" dentro de tu cristianismo de cánticos y gritoreos?

lunes, 24 de enero de 2011

16. Consuelo

Es siempre la verdad no más que una aproximación a lo real. De acuerdo a eso, ni aún la verdad puedo sostener como un dios. De ser así, ¿qué consuelo queda para buscarla? Recojo mis finitos para armar siempre otro finito. Y el infinito, del que también soy parte, se me extiende para nunca alcanzarlo. ¿Deberé esperar apagarme para comprenderlo? ¿O quizá desde ya podría saberme parte del todo, como parte de Dios, como Dios en mi y Él conmigo, sin poder Ser -incluso Él- sin mi?

Un grato consuelo.

...un grato consuelo creado desde lo iluso. Siempre un constructo desde la desesperación. Nunca más que eso.

15. ¿Que es Dios?

Tendré que pararme fuerte para hablar sobre esto. Yo mismo apenas tengo una ambigua idea de lo que pudiera resultar completamente Dios. Más allá de los supercalificativos que se le atribuyen a Dios o a su idea, relacionado con su perfección, con su infinitud, con su omnisciencia, con su omnipresencia, y afines, Dios es un ser o una idea que a mi entender engloba y recibe esas cualidades que los humanos no sabemos desarrollar correctamente y siempre. Acapara también la capacidad de ser sentido de todas las cosas.

Pero, ¿qué es Dios? ¿Es Dios el mismo para todos? ¿Es Dios el mismo para los cristianos? ¿Es Dios el mismo Dios de Jesús y el Dios de los cristianos?

La respuesta es compleja. Yo mismo he ido desechando dioses que creí eran Dios y no lo fueron.

Deseché al dios respondecosas, porque no siempre las responde. Me centré mejor en mis logros y en mis fracasos (ésto en términos económicos, de salud, etc.) Digamos que simplemente use la ley: causa-efecto.

Deseché también al dios que se centraba en mis errores para castigarme, porque entendí que la idea de parecerse a Jesús (a quién considero Dios) no era ver cuán malos éramos, sino cuánto bien podríamos hacer, entendiendo que el mal muere con Él en la cruz a la que él mismo fue voluntariamente.

Deseché al dios que se engolosina con una determinada forma de adorarle, porque entendí que la adoración es libre y no depende exclusivamente de una forma.

Estoy desechando al dios que espera que le adoremos como mandamiento y comenzando a entender que la adoración es una consecuencia de dimensionar a Dios. (Comprenderemos la separación entre mandamiento y consecuencia).

Deseché al dios que busca que le comuniquen por sobre cualquier cosa para centrarme al Dios que sutílmente nos da a entender que su esencia es el Amor y que hablar de Amor, es comunicarle, aún sin nombrarle.

Deseché al dios que desespera por venir a recoger a los buenos por sobre los malos, porque creo que Dios desespera en realidad por no tener que venir, mientras tanto logremos nosotros arreglar la cagada que tenemos, si nos centramos en el Amor por sobre cualquier forma religosa establecida.

Deseché al dios que se manifiesta confúsamente donde unos pocos entienden (trás vencer los traumas de gritos y saltos en los templos).

Deseché al dios que tienen encerrado en los templos TODOS y CADA uno de los grupos religosos que habitan en este planeta.

Deseché al dios que establece formas inamovibles para verse como cristiano, o como religoso de la congregación que sea. Dios es un ser dinámico, comprensivo... hasta la muerte.

Deseché al dios de los ateos que los convirtió en ateos porque el pascuero le falló en navidad, o porque hicieron literal la Biblia tal cual muchísimos cristianos.

Deseché al dios que puedo explicar porque me pasaré la vida buscando comprender algo que por definición no es comprensible.

Deseché al dios cool de los rockeros y de los gringos/americanos-australianos porque Dios escucha realmente a Bach y Sigur Rós.

Deseché al dios de los católicos que sólo aparece flaco, golpeado para semanassantas o como un bebé mamón en naviadades. Un dios festejado en la esquina de las grandes fiestas. Olvidado. Ridículo.

Deseché al dios de los cantantes evangélicos porque en esas letras se le oye pálido, sin carácter, tapando penas que ni ellos mismos se las creen.

Deseché al dios que se manifiesta sólo en oradores connotados con carreras prodigiosas y con vidas ejemplares. Dios de seguro no da para tanto éxito.

¿Y qué Dios me queda? Uno que más no es, que es. Que le da sentido al cosmos en el que existo y que no tiene problemas en reaparecer cuando ese sentido nuevamente se me venga a las pailas. Un Dios que no tiene problemas con mis dudas. Un Dios que no es exclusivo mío: de hecho, es un Dios que en lo posible desea que lo comprendamos juntos. Como la hipótesis de Riemann: aunque nos la pasemos la vida descubriendo ceros para comprobarla, el infinito se ríe de nosotros.

lunes, 17 de enero de 2011

14. Confieso:


En algunas noches muero. Suerte que resucito en la mañana siguiente. Un día eso no va a pasar más.

En casi todas las noches me vuelvo gigante. Me atormento de ideas y me ahogo en mis ideales. El sol me las quiere apagar. No quiero que pueda.

Tampoco quiero se me acaben las angustias ni los tormentos. O que se me acaben todos de golpe. Como en la muerte, quiero.

Cuando ya no soporto lo doloroso de la existencia la he venido calmando con algun bar de amigos. Uno con acordeón y otro con guitarra.

También tus dolores quisiera que se apaguen. Yo te ayudaré si me dejas. No quiero molestarte en nada.

Mis cantores, mis poetas, mis mártires, mis héroes, mis amigos, mis dioses, mis lógicas, mis sinsentidos, todos ellos me acompañan cuando logro cazarlos.

Y sí: todos nos vamos a morir. Pero yo quiero morirme contigo. Agotado de intentarlo.

sábado, 20 de noviembre de 2010

13. Respuesta a "Conocer a Dios, Saber que existe vs deducir que existe".

La existencia de una cosa, debería ser objetiva. La existencia de los entes en la realidad no depende de cómo ni de quién los conoce, por lo que independiente de nuestro conocimiento o nuestra forma de abordarlos, las cosas deben seguir existiendo igual... y de una forma más o menos determinada. Saber que existe algo, es querer decir entre muchas cosas, que esa cosa existe y que su aprehensión física o intelectual debería ser posible para todos (estamos hablando claramente entre seres humanos).
Si yo sé que Dios existe, esa existencia debería poder ser abordada por todos, de la misma forma más o menos, variando tal vez un poco según ciertas diferencias intelectuales y/o sensoriales entre cada persona. Por lo tanto, la existencia del Dios único que promueve las religiones judeo-cristianas, si existe realmente, debería ser exactamente igual para todos.. Esto es independiente de la devoción hacia él. Por lo tanto, a muy grandes rasgos, si alguien sabe de su existencia, no habría razón para dudar de ella.


Es súmamente complicado, aun cuando comparto que no debería serlo. Comprendo que si decirmos "el fondo de chilecomparte es celeste" debería serlo para todos, reconociendo que todos poseemos las mismas capacidades cognitivas. No obstante, tal acto involucra el supuesto de que todos tenemos las mismas capacidades cognitivas y que el celeste no será celeste, sí y sólo sí alguno posee una capacidad cognitiva diferente (me cuesta pensar en alguna forma de lo que digo, pero la más simple sería: el tipo tiene un "defecto" con su visión).

Lo mismo podríamos aplicarlo a la lógica para comprender e interpretar las cosas. Las herramientas que pudieramos utilizar para comprender el medio puede variar, pero necesariamente deberían llevarnos a las mismas cosas si usamos en ello establecidos lógicos comunes: como que "2+2 = 4" bajo esta realidad. Si 2+2 no es 4, quiere decir que la realidad en la que nos da un resultado diferente tiene condiciones diferentes. Lo que nos entrega el mismo resultado lógico: "no es 4 bajo esta otra realidad, pero sí es un resultado lógico todavía".

Digamos que primero deberíamos establecer los supuestos bajo los cuáles nos movemos, que se yo, algo como: "La lógica aristotélica", para después interpretar el cosmos sobre esos supuestos lógicos.

El problema, creo yo, pasa cuando (a) o no tenemos los mismos supuestos lógicos para interpretar el cosmos, o (b) cuando desconocemos los planteamientos lógicos para validar un prejuicio. Algo como: "Establecer una hipótesis y morir por comprobarla, sopena de torcer las herramientas que se disponen". En ese sentido se generan los problemas, y no sólo a nivel físico y metafísico, sino también a nivel filosófico, teológico, etc.

A mi me parece de lo más absurdo querer explicarle a un niño que apenas descubre el concepto de cantidad, una suma de integrales triples. Y peor todavía cuando el niño se vuelve grande y no reconoce que aun cuando 2+2 es cuatro, no es suficiente para calcular el volumen de una esfera a los 3/8 de su capacidad. Si queremos comprender ciertas cosas, necesitamos también de ciertas herramientas. Y según la complejidad de la pregunta, también aumentará la complejidad de la respuesta.

Seré claro: no puedo esperar que un chico de 12, recién saliendo al mundo pretenda responderme una pregunta del tipo existencial, si todavía no sabe explicar por qué el considera que existe. O no le puedo pedir a un mocoso de 15 que tenga claro el "argumento del mal" si todavía el echa la culpa al pascuero de su rebeldía. O del mismo modo, no le puedo pedir a un evangélico que identifique el sentido que tuvo la venida de Cristo a la tierra, si todavía lo iguala con Moisés como un dictador de leyes y normas para ser buenito. O igualmente, no pueden pedirme a mi que de una cátedra de filosofía, si todavía estoy aprendiendo a leer en ese sentido.

Por otro lado, me da la gran impresión de que la existencia de Dios no es algo que se "sepa", sino que es una noción que se "deduce".
Nosotros, los humanos, siempre intentamos someter la realidad mediante planteamientos lógicos, por lo que, si yo veo determinado acontecimiento, no conociendo sus causas, éstas se deducirán mediante observaciones, emociones y fantasías que ordenen de manera lógica la aprehensión de ese acontecimiento determinado, y así explicarlo. Acá no incurre el método científico (claro está).
Eso ocurre siempre de manera cotidiana, y se remonta a mi parecer, a los albores de nuestra raza humana... y está claro que seguirá ocurriendo de una manera más o menos similar hasta que desaparezcamos.
Si yo veo cierto disposición del mundo, y me parece que éste está de manera extremadamente "perfecta", armonizado con todo un conjunto de planetas, a una distancia óptima de la estrella, ocurriendo así la vida de manera prolongada, la deducción de que algo o alguien debió haber planeado dicha disposición es bastante tentadora, pero es ahí a donde apunto... pues la deducción jamás conduce a la comprobación de algo... claramente se necesitan otros métodos para esto.


De acuedo.

En consecuencia, que yo deduzca la existencia de dios (por mil motivos), eso no querrá decir que dios existe, sólo nos dirá que para "comprender" algo, necesitamos la formulación de la idea de Dios.
En palabras más simples, la deducción de algo no querrá decir nada de su existencia.

Por lo tanto, qué sienten ustedes? que conocen a Dios? saben de su existencia? o sólo la deducen?.
Cómo lo conocen?? (entiendo que si lo conocen, no habría obstáculo para que todos lo hagamos).
Existe una condición especial para conocerlo? quién la otorga? nosotros? Dios? (si existiese esa condición especial, que es eventualmente otorgada por Dios, entonces sería exclusivamente su responsabilidad el que yo dude de su existencia, y por último si dependiera de mí esa condición, está claro que no depende de sólo mi voluntad, pues a mí sí me gustaría conocer a dios si realmente existiese, por lo tanto, habrán otros factores más allá, que quizá ni siquiera dependen de mí... por lo tanto???) :nose:

Saludos.


Lo que planteas es a lo menos polémico, pués mencionas de que algo no es realmente real (valga la asdf) a menos que podamos comprobarlo según un método que a todos nos convenza. Y me da la imprensión de que necesariamente apuntas a lo empírico.

El problema que acá surge nuevamente a mi parecer se relaciona con la fe. Como dije antes, para comenzar a interpretar el cosmos y yo como parte de él, debo establecer ciertos supuestos: que yo existo, que el cosmos existe y que yo puedo interpretarlo.

¿Cómo se demuestra que algo es sin caer en los supuestos? ¿Existo porque pienso? ¿Y lo demás? ¿Existe lo demás (y además de la forma en la que yo la percibo) porque tiene que ser así?

Yo reconozco que para generar conocimiento me pongo sobre una serie de supuestos: el de mi existencia, el de la existencia de las cosas, el de mi capacidad de percibir tales existencias, el de que el resto también tiene tales capacidades, etc. No caigo en el utilitarismo para validar lo existe o lo verdadero o lo real. Siempre son supuestos, pues a mi entender, el utilitarismo es una falacia para validar algo.

Entonces, y abordando el tema: según las herramientas lógicas que hasta ahora dispongo, no puedo obtener fotografías de Dios para demostrar su existencia bajo el supuesto empírico, no obstante, a través de razonamientos filosóficos, puedo llegar a su existencia y verificar el sentido de la hipótesis. ¿Puedo estar equivocado? Totalmente. Pues no poseo todo el conocimiento del infinito para saber todo, pero dentro de mi realidad, y de mis supuestos, y de mis herramientas, sí: sí existe.

Ahora acá se plantea una situación sabrosa: ¿qué sucede si todos los hombres, aun reconociendo que no podemos ser infinitamente sabios (por darle un nombre a saberlo todo), podríamos igualar nuestros conocimientos y establecer una sola realidad que nos identifique a todos bajo los mismos razonamientos lógicos y aceptar las mismas suposiciones. ¿Qué debería suceder ahí?: Sí, creo que deberíamos todos tener los mismos dioses, los mismos postulados y el mismo conocimiento.

jueves, 13 de mayo de 2010

12. ¿Y la iglesia con Amor?

Ya hablaba de lo que yo veía como iglesia antes de pararme en el Amor que hoy creo vivir (a duras penas). Pero, ¿y la iglesia cómo es desde el Amor? ¿Qué fin tiene?

Ya lo conversaba con más gente en otro lado antes, y pienso que la iglesia nos fue dejada como una forma de afrontar entre hermanos la tarea de Amar. No como un organismo que se junta y hace algo determinado, sino como un grupo de gente que se niega, y aquello le cuesta y necesita con-moverse.

La iglesia no necesita de un templo específico. La iglesia no busca un fin propio. La iglesia no busca santificar a nadie. La iglesia no salva. La iglesia no posée verdades. La iglesia ni siquiera tiene personalidad jurídica que pelear. No necesita líderes. No requiere de grupos de alabanza. No busca heredar pastorado a hijos de pastores. No necesita tampoco vestimenta. Ni siquiera un dialecto propio. La iglesia no tiene horarios. No separa a la gente en grupos dentro de ella. No tiene púlpito. No necesita liturgias. No separa entre santos e impuros. No cuenta sus miembros.

¿Y entonces qué hace la iglesia?

Sólo escucha. Sufre. Apoya. Recibe. Abraza. Comprende. Se iguala. Se ensucia con el sucio para mostrarle Quién es capaz de limpiarles. Se menosprecia a sí misma por el bien de quién necesita Amor. Se hace dinámica hasta la incomprensión. La iglesia ni siquiera menciona a Cristo a menos que le pregunten.

11. Si yo hubiere predicar...

...pediría disculpas por tres cosas:

  • Por hablar desde un púlpito que impide que podamos converzar y retroalimentar lo quiero decir. No creo en las prédicas sin diálogo. Lo otro es una exposición.

  • Por mi condición de hombre que protegerá mi ego y filtrará lo que no me convenga en la prédica y dejará pasar lo que me deje bien parado*.

  • Por no darle todo el crédito que merecemos a todos en la sala. Mis ideas y las conclusiones de hoy, es tanto el fruto de lo que yo hoy sé, que supe desde la experiencia que ustedes me aportaron (aun sin que nos conozcamos todos) y que Dios quiso que supiera.

* Y con bien parado no me refiero a lo que me deje de buenito, sino a todo lo que me ponga de ejemplo a mi, y no a Cristo.

martes, 4 de mayo de 2010

10. Visiones del Amor

Veo con total asombro (y yo dentro del asombro porque también me involucra a mi) que el esmero dentro de las iglesias evangélicas persigue la búsqueda de manifestaciones espirituales por sobre la búsqueda de la comprensión de todas las formas y magnitudes del Amor.

Cuando un cristiano subestima al Amor por debajo de nuestra capacidad de errar, me está diciendo dos cosas:

- que Cristo fue sobrenatural siempre (omitiendo la kenosis de Cristo), y que sólo Él pudo amarnos. No obstante, se llevo a su Amor consigo y quedamos entregados a nuestros errores.

- que el Amor de Cristo sólo fue un sentimiento.

En el primer caso se ve al Amor como un acto exclusivamente Divino, ajeno a nuestra naturaleza. Se ve al Amor lejano. Se ve al Amor muy lejano.

En el segundo caso, se ve cercano, pero sin fuerza. No más que un sentimiento propio de los hombres.

domingo, 2 de mayo de 2010

09. Más sobre el Amor.

En una u otra forma, todos construimos sobre una idea (o el conjunto de ellas). No obstante, el motor de tales debiera ser siermpre el mismo: el Amor. Cuando el generador de ideas es el Amor, entonces perdemos la capacidad de errar producto del egoísmo y nuestros fracasos estarían determinados por la ilusión o la inexperiencia. El amor nos brinda un lenguaje inmaterial que rompe lo subjetivo, proyectándo la realidad del otro en mi realidad. Tal cual no puedo saber sin la fe, no puedo esperar el mañana sin el Amor. El Amor promueve la existencia del otro, y por consecuencia -y con algo de Providencia- mi propia existencia.

martes, 27 de abril de 2010

08. La conciencia.

Como hombres, en nuestra imperfección, necesitamos de una ley que nos resguarde en caso de término del amor. Pero, ¿por qué no más una Ley con Cristo? Porque Cristo nos adelanta el Amor, antes que siquiera pensemos en amarle nosotros a Él. El nos ama primero y sella ese pacto con su muerte en la cruz. De este modo, tal sacrificio se hace perfecto y deja fuera nuestra posibilidad de error.

El Amor de Cristo es un amor espectante, incondicional, permanente. No depende de nuestra imperfecta capacidad de amar. Ante eso, y cada vez que nosotros queramos encontrarnos con Él, sólo debemos hacer recíproco ese Amor.

Así, las desiciones que nosotros tengamos que tomar en nuestra tarea de vivir, se guiarán por nuestra relación de amor con Cristo. Yo y mi Amado [Cristo] estamos en una relación de amor. ¿Y el freno a nuestros actos? Nuestra conciencia.

lunes, 26 de abril de 2010

07. El Amor.

Tengo una novia. Espero acepte mi deseo de casarme con ella cuando estemos con ese propósito ante Dios a fin de año. Pero antes de eso, le hice una pregunta: ¿qué vamos a decir cuando nos pregunten que tipo de ley nos regirá en caso de separación?

Pero, ¿para qué una ley si nos amamos? Porque la ley se activa cuando el amor se termina, y en base a eso, no es posible tomar una desición que nos beneficie a ambos. ¡Claro, de eso se trata justamente!

Cristo viene. Vive el Amor al nivel de verse crucificado. Ni aun en la cruz se motiva a una venganza. Con eso suceden dos cosas: nos entrega la Gracia y Él reestablece al Amor.

La Gracia es: yo [Cristo] siendo totalmente Justo, muero sin merecerlo (ante Dios), y permito de esa forma que tú, sí mereciéndolo (al no haber ninguno de nosotros totalmente justo), puedas através de éste sacrificio, volverte justo.

El Amor es: como la Ley actúa cuando ya no puedes por ti mismo decidir como agradar a otro, entonces niega toda posibilidad de conveniencia hacia tu persona y, desposeído de todo orgullo propio, date por el otro (aunque no lo merezca para ti, tal cuál tú no lo merecías para mi).

06. Los mandamientos.

Al problema de sentirme descontextualizado con los de afuera, se sumó que mi propia identidad también se descontextualizaba dentro de la misma iglesia. Debí verme de cierta forma. Opinar de cierta forma. Cantar de cierta forma. Llegar a Dios, sólo de cierta forma.

No podía, tal cuál mis rollos, vivir y ya. Luego, se me comienza a dejar aparte si no hago todo como algún iniciador nos ordenó (el que inició la iglesia de mi ciudad + el que inicio el movimiento en mi país + el que la inició el pentecostalismo + el que la tradujo de la Biblia + el que escribió la Biblia). Todos dando órdenes, porque así siempre se ha hecho, porque así ha funcionado, porque, aunque Cristo muere por nosotros y nos hace libres (hasta ese punto, no sabía de qué bien todavía), nos deja muchos mandamientos que nos hacen buenos para Él.

¿No que Cristo moría por nosotros porque ninguno de nosotros podía ser lo suficientemente bueno para Él? ¿No que el antiguo pacto (que hizo antes Dios con el pueblo de Israel) muere con Cristo y un nuevo pacto en y por Cristo se resucita junto con Él?

¿Cuántos mandamientos entonces hay? ¿Cuáles escojo, los que me convengan? ¿Y mi conciencia, para qué está?

05. La iglesia.

Me llevaron de chico al templo. Asistí primero a una congregación de corte pentecostal (si te cruzaste con gente de ternos, megáfonos, guitarras y faldas en las calles, te hablo de ellos). Yo mismo salí en varias ocasiones a llevar la batería con la que se alimentaban los parlantes. Cantaba. Alguna vez también invité a pecadores a la dirección dónde hacíamos los cultos. Lloré muchísimas veces de culpa y de arrepentimiento entre las bancas. Crecí.

Me enfrenté a los problemas de ser más grande, más preguntón. No que Dios estuviera en aprietos si quisiera hablar de Él. Sólo que mucho de lo que escuchaba en el púlpito, sólo tenía sentido entre gente estuviera en las bancas. Fuera de las cuatro paredes, sonaba sino ridículo, molesto.

Quise citarme esos versículos de la Biblia que me hablaban de que el mundo (como se les llama a quienes no son conversos a la fe cristiana) no tendría comunión con quienes vivíamos en la luz (como se le dice a quienes asisten a una iglesia).

Pero, ¿no que Cristo dormía con pecadores, comía con impuros, caminaba con leprosos, se cruzaba con prostitutas? ¿Que acaso los pecadores, impuros, leprosos y prostitutas tenían que cruzar el umbral de la puerta de mi templo para hacerse dignos de mi amor?

Había algo que me gritaba, más allá de la letra autcomplaciente, y muy dentro de mi conciencia, hacia un giro en dirección diferente.

04. Cristo.

Cuando me remití a la historia de Cristo, escuché cosas rarísimas acerca de Él. Se dijo que cumplió un sacrificio como ningún otro. Que restauró el Espíritu de una Ley que antes nos llevaba a Dios (pero que se había perdido). Que su mensaje era tan brutal que podía remover conciencias y dar caricias al mismo tiempo. Que tomó una ley que parecía justa y la colocó justo debajo de nuestra capacidad de imitar sus actos de amor.

¿Qué significa todo aquello?

Cristo, no habiendo otro como Él, vive entre nosotros, como nosotros y para nosotros.

Entre nosotros, quizá para el acto de propiciación fuera justo. Como nosotros, para que no nos sea imposible imitarle. Para nosotros, porque el significado de todo converge en nuestra fe dirigida hacia el Amor que nos tuvo.

Pero, ¿qué hace exactamente Cristo?

Nos entrega la responsabilidad de imitarle. Su Amor se lleva a cabo de una manera tan perfecta que se enajena completamente de su capacidad de replicar, aun sabiéndose justo. Se niega a sí mismo. Y nos dice: no basta con cumplirlas todas. No se trata de querer ser justo y sin objeciones. Va más allá de eso: se trata de amar.

03. No supe cómo amar.

Seguramente cuando menciono a Cristo, cargarás tus ideas de iglesias, de gente que te predica, de tipos que buscan hacer de ti alguien que no te interesa, de templos llenos de ruido o de liturgias cargadas de símbolos que no comprendes. Bien, gracias a Dios, nada de eso es Cristo.

Quizá convengamos que hablar de amor es algo a todos nos afecta de uno y otro modo. Hay gente que se pone melosa. Hay algunos que sienten cierta desepción. Otros incluso sentirán que no sirve de mucho. No obstante, quiero atreverme por una vez más, a que consideres sentarte y hablar de esto que comparé con Cristo.

Pensé en el amor como una motivación que guía mis actos y obtiene lo mejor de mi en relación a otra persona. Más no supe bien cómo amar. Siempre me fue menos complejo querer amar a quién quería que le amara. Pero nunca imaginé amar a quién de mi nada espera. No sólo por la dificultad que ello acarrea, sino también porque no vi cómo hacerlo más allá de la caridad con la que siempre asocié amar a un extraño. Sin embargo, cuando me vi sin saber como amar, puse mi atención en quién resultó ser todo Amor.

02. Las preguntas y la fe.

Cuando me veo como hombre y pretendo conducirme en la vida, me encierro en varios aprietos que me son necesarios solucionar. Tal solución no siempre ha sido una respuesta, también son caminos que se muestran para caminarlos, con un fin incierto, incalculable; pero que convidan a recorrerlos, aun cuando no encuentre jamás en ellos certezas, pero sí esperanzas.

Entre tales aprietos, y el que considero cada ser ha pensado en el paso por nuestro mundo, ha sido el de nuestras existencias. Saber porqué, para qué, por quién, hasta cuándo, desde cuándo y con quiénes existo. En ello he tenido que pensar. He tenido que observar. He tenido que aprender.

Qué cosas son ciertas y qué son mentiras. Qué es parte de la realidad mía, y qué de la ajena. A qué puedo llamarle verdad y a qué no. Está todo dentro de un plan, o el azar nos condujo hasta estas letras.

Encontré mi respuesta en la fe, que sin darme cuenta, me condujo hacia el amor.

Y la fe no es una respuesta que encontré trás la lectura. Tampoco resolvió la interrogante de la costilla de la que salí. Menos vino a enfrentarme con lo que la ciencia me enseñaba. La fe sólo me dio la certeza de que existo por Alguien, que ese Alguien es Cristo y que Cristo es en sí mismo el Amor.

01. Prólogo.

Me he propuesto la brutal tarea de hablar de Amor. Y quizá ni siquiera sea una proposición, sino más bien una consecuencia de haber vislumbrado en la medida justa, la puerta que se me ha abierto en la realidad de lo que concibo. Y es que la tarea se me hace obligada pues si sé de Amor, entonces conozco en algo su aplicación, su forma, su esencia, sus implicancias.

Es el Amor aquello que da sentido al cosmos. Es una forma de ver el mundo que nos invita a la acción, pero como negación de nuestros intereses por debajo de los intereses de los demás. Es todo cuánto podamos soportar y recibir, más que de derribar y entregar. Nada que ver con lo que yo creía, por cierto.

El Amor está directamente relacionado con nuestras existencias, pues el lío de vivir trae problemas que sí podemos contener cuando estamos intentando amar. Es más, cuanto se pretenda hacer fuera del Amor, nos enreda, nos deprime, nos borra la esperanza, nos derrumba la fe.

De este modo, si sabemos de qué se trata amar, Quién nos mueve a amar y cómo intentarlo, estaremos emprendiendo juntos la misma salida desde lo individual, y formaremos en conjunto la que llamaré la más brutal tarea emprendida por el hombre.

Quedan invitados.