Como hombres, en nuestra imperfección, necesitamos de una ley que nos resguarde en caso de término del amor. Pero, ¿por qué no más una Ley con Cristo? Porque Cristo nos adelanta el Amor, antes que siquiera pensemos en amarle nosotros a Él. El nos ama primero y sella ese pacto con su muerte en la cruz. De este modo, tal sacrificio se hace perfecto y deja fuera nuestra posibilidad de error.
El Amor de Cristo es un amor espectante, incondicional, permanente. No depende de nuestra imperfecta capacidad de amar. Ante eso, y cada vez que nosotros queramos encontrarnos con Él, sólo debemos hacer recíproco ese Amor.
Así, las desiciones que nosotros tengamos que tomar en nuestra tarea de vivir, se guiarán por nuestra relación de amor con Cristo. Yo y mi Amado [Cristo] estamos en una relación de amor. ¿Y el freno a nuestros actos? Nuestra conciencia.
martes, 27 de abril de 2010
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2 comentarios:
parece sencillo...
nuestra conciencia?...así de simple?
gracias por los escritos...
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