Tendré que pararme fuerte para hablar sobre esto. Yo mismo apenas tengo una ambigua idea de lo que pudiera resultar completamente Dios. Más allá de los supercalificativos que se le atribuyen a Dios o a su idea, relacionado con su perfección, con su infinitud, con su omnisciencia, con su omnipresencia, y afines, Dios es un ser o una idea que a mi entender engloba y recibe esas cualidades que los humanos no sabemos desarrollar correctamente y siempre. Acapara también la capacidad de ser sentido de todas las cosas.
Pero, ¿qué es Dios? ¿Es Dios el mismo para todos? ¿Es Dios el mismo para los cristianos? ¿Es Dios el mismo Dios de Jesús y el Dios de los cristianos?
La respuesta es compleja. Yo mismo he ido desechando dioses que creí eran Dios y no lo fueron.
Deseché al dios respondecosas, porque no siempre las responde. Me centré mejor en mis logros y en mis fracasos (ésto en términos económicos, de salud, etc.) Digamos que simplemente use la ley: causa-efecto.
Deseché también al dios que se centraba en mis errores para castigarme, porque entendí que la idea de parecerse a Jesús (a quién considero Dios) no era ver cuán malos éramos, sino cuánto bien podríamos hacer, entendiendo que el mal muere con Él en la cruz a la que él mismo fue voluntariamente.
Deseché al dios que se engolosina con una determinada forma de adorarle, porque entendí que la adoración es libre y no depende exclusivamente de una forma.
Estoy desechando al dios que espera que le adoremos como mandamiento y comenzando a entender que la adoración es una consecuencia de dimensionar a Dios. (Comprenderemos la separación entre mandamiento y consecuencia).
Deseché al dios que busca que le comuniquen por sobre cualquier cosa para centrarme al Dios que sutílmente nos da a entender que su esencia es el Amor y que hablar de Amor, es comunicarle, aún sin nombrarle.
Deseché al dios que desespera por venir a recoger a los buenos por sobre los malos, porque creo que Dios desespera en realidad por no tener que venir, mientras tanto logremos nosotros arreglar la cagada que tenemos, si nos centramos en el Amor por sobre cualquier forma religosa establecida.
Deseché al dios que se manifiesta confúsamente donde unos pocos entienden (trás vencer los traumas de gritos y saltos en los templos).
Deseché al dios que tienen encerrado en los templos TODOS y CADA uno de los grupos religosos que habitan en este planeta.
Deseché al dios que establece formas inamovibles para verse como cristiano, o como religoso de la congregación que sea. Dios es un ser dinámico, comprensivo... hasta la muerte.
Deseché al dios de los ateos que los convirtió en ateos porque el pascuero le falló en navidad, o porque hicieron literal la Biblia tal cual muchísimos cristianos.
Deseché al dios que puedo explicar porque me pasaré la vida buscando comprender algo que por definición no es comprensible.
Deseché al dios cool de los rockeros y de los gringos/americanos-australianos porque Dios escucha realmente a Bach y Sigur Rós.
Deseché al dios de los católicos que sólo aparece flaco, golpeado para semanassantas o como un bebé mamón en naviadades. Un dios festejado en la esquina de las grandes fiestas. Olvidado. Ridículo.
Deseché al dios de los cantantes evangélicos porque en esas letras se le oye pálido, sin carácter, tapando penas que ni ellos mismos se las creen.
Deseché al dios que se manifiesta sólo en oradores connotados con carreras prodigiosas y con vidas ejemplares. Dios de seguro no da para tanto éxito.
¿Y qué Dios me queda? Uno que más no es, que es. Que le da sentido al cosmos en el que existo y que no tiene problemas en reaparecer cuando ese sentido nuevamente se me venga a las pailas. Un Dios que no tiene problemas con mis dudas. Un Dios que no es exclusivo mío: de hecho, es un Dios que en lo posible desea que lo comprendamos juntos. Como la hipótesis de Riemann: aunque nos la pasemos la vida descubriendo ceros para comprobarla, el infinito se ríe de nosotros.